Informacio: JESÚS FRANCO O UN GENIO INCLASIFICABLE (04-04-2013)

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No es ficción ni una de sus vehementes bromas. Nacido en Madrid en 1930, ha muerto a los 83 años, en plena actividad y conservando el grado de acidez que ha caracterizado sus creaciones.

Días después del estreno de su última película, fallecía en una clínica de Málaga a consecuencia de un ictus Jesús o Jess Franco, como cada cual prefiera.

En la década de los setenta muchos mostraron su pasaporte para cruzar al país vecino y disfrutar, en salas francesas, de su cine erótico.

Los personajes por él gestados y su capacidad de improvisación culminaban, lejos de aburridos rodajes, en sesiones de trabajo próximas a la alucinación. Cualquier movimiento podía cambiar el curso del rodaje; un tren que llegaba en sentido contrario al esperado, una caída no establecida..., cualquier imprevisto lo convertía en motivo de una nueva secuencia; como los grandes del teatro aprovechaba al máximo los recursos.

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En sus rodajes era capaz de pensar en tres películas distintas. Sin pretenderlo se adelantó a las sagas como en el caso de las producciones El Canibal, Sexo canibal y La reina Canibal, cuyo montaje final daría pie a otros títulos, y en cuyo rodaje tuve el placer, como actriz, de compartir la creatividad de Jesus Franco y la sagaz dirección de actores a cargo de Pérez Tabernero.

Corría el año 1979, recién estrenado el primer ayuntamiento democrático en Alicante presidido por José Luís Lassaleta. La ciudad, como repetiría el primogénito edil de la democracia, abría sus ventanas al mar. En noviembre de ese mismo año desembarcó Jesús Franco en tierras alicantinas y desde Benidorm hasta los palmerales de Elche y Alicante (quizás como una premonición, en improvisados platós en cuyo entorno todavía nadie imaginaba la futura Ciudad de la Luz), cualquier rincón que le inspirase se convirtió en escenario de una experiencia inmortalizada, en la que las productoras francesas Eurocine - Champs Elysees, que abordaban esta saga, no daban crédito a su capacidad de improvisación, a los súbitos cambios de guión en pleno rodaje, a quien por cierto nadie insinuaba la mínima oposición; todo parecía encajar. En la coproducción participó además la productora Magna Films.

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Junto a una mayoría de actores franceses y un pausado Al Cliver, protagonista de Zombie, vivimos una divertida realidad, que culminaba cada tarde, tras el rodaje, en una fiesta. Recuerdo el elogio que profirió el cineasta a las obras del pintor Daniel Escolano a quien propuse para que maquillara el cuerpo desnudo de cada uno de nosotros.

Le pedí al pintor alicantino que organizara una fiesta en su estudio de San Gabriel, espacio en el que desplegó sus obras de gran formato y donde corrió el cava en excéntricas copas al ritmo de la música y las animadas conversaciones del elenco de Caníbales. Cada día de rodaje era un suma y sigue de divertimento. Los actores advertíamos al director en una actitud relajada y entrenado en neutralizar cualquier dificulltad.

Ese mismo día fuí lanzada a una profunda zanja, tantas ocasiones como hubo que repetir la secuencia y devorada, las mismas veces, por más de un centenar de "Canibales" numerosos extras que, con su desmesurada talla y afán cinematográfico, se afanaban una y otra vez en devorarme. Ni mi madre me habría identificado en un reconocimiento de cadáveres tras la cantidad de sangre, de producto cárnico con el que se cubrió mi cuerpo en el final de la secuencia; una acción cuya violencia caricaturizada se saldaba con el esperado plano gore.

.Justo en ese año había iniciado mis estudios en la Escuela de Arte Dramático de Valencia. La experiencia vivida con la saga Caníbales era como una nueva vía teatral que aportaba oxígeno a mis expectativas ya que el cineasta creaba universos de dramatización muy próximos al teatro y contaba con el aval, la garantía de la frescura, de su capacidad improvisación. Cambiaría el guión cuantas veces y situaciones lo sugiriesen. Actuaba de igual forma en la sala de montaje con lo que cabe resaltar que el producto de sus cintas, en múltiples ocasiones, distaba del guión literario.

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En muchas de sus películas se entremezclan las herramientas del cine con el ánimus del teatro. Parecen conjugarse los experimentos primigenios de Meliès con el surrealismo y arte de la crueldad de Antonin Artud. Todo ello bajo una dirección, en libertad, donde la sicología de los personajes no está escrita sino que se conforma a través de los metros de rodaje. No existe el determinismo en su ideario; las realidades que construye fluyen, en una sucesión de acontecimientos, como la vida misma.

Pero no todo es así. Sabía rodearse de la conveniente planificación para "saltar con red" en los momentos necesarios, y en ese caso no hay que olvidar la participación de Luís Colombo, pilar fundamental en la hoja de ruta de esta producción.

Escribir en recuerdo de Jess Franco, supone rescatar de la memoria a un maestro del cine difícil de definir y, sin duda, por ello, singular. Sus más de doscientas películas se convierten ya en legado para todos cuantos buscan en sus planos otras gamas de terror, sexo, misterio, comedia o simplemente disfrutar de ese toque surrealista que alcanzaban sus producciones movidas por un predeterminado laissez - faire.

Ayudante de Orson Welles, en 1965, su variada y difiícilmente clasificable filmografía convierte a Jesús Franco en un reconocido ídolo para Quentin Tarantino quien no ha dudado en afirmar su admiración por el controvertido cineasta.

Querido Jess, estés donde estés, casi seguro que planeando una próxima producción y buscando nuevas localizaciones; gracias por invitarme a vivir esas realidades que sólo tú eras capaz de plasmar en el celuloide; gracias por materializarme en uno de los tantos personajes que nacían en tu insondable imaginación; gracias por inyectar en mi vida una dosis de ficción en una edad, casi adolescente, y subrayada para siempre en mi memoria, gracias Maestro.

© Coral Pastor - 2013