ALCALDE EN APUROS

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Luís Barcala, alcalde de Alicante, corta su discurso en un acto público desvelando que no entiende lo que le han escrito

HABLAR EN PÚBLICO tiene una gran responsabilidad, tanta como cualquier otra actuación escénica.

Todo acto público contiene esa responsabilidad. Yo misma temería estar sentada en un avión y que el piloto, en pleno vuelo, abandonara la cabina para confesar a los pasajeros que no entiende la ruta que su Compañía le ha trazado.

Muchas instituciones públicas en lugar de contar con profesionales en la materia aplican, como única condición, que su "logógraf@" sea alguien cercano o del propio partido.  

Si hiciéramos un estudio de quienes están a cargo de esta responsabilidad, en más de una ocasión nos daría la risa floja. Todos conocemos algún caso.

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Precisamente, la pasada semana, en el Curso de Oratoria que estoy impartiendo a docentes tratábamos, en el decálogo de la lectura, además de la postura corporal y el contacto con el público, la importancia de conocer previamente el contenido del mensaje para evitar, entre otras cosas, que lejos de convertirse en disfrute el discurso resulte tedioso o frustrante como en el caso al que aludimos. La lectura requiere de los  múltiples recursos de la Oratoria.

Entiendo, sin necesidad de consultar mi bola de cristal, que el alcalde no mantiene una corriente fluida con quien le escribe los discursos o que, quien le escribe, no conoce las técnicas fundamentales de la Comunicación. Permitir salir a escena a alguien sin un conocimiento del texto o lectura previa es el despegue de un acto suicida.

Y dejaremos para otro momento de reflexión, por no ahondar ahora, la cantidad de gestos incongruentes que se proyectan cuando no se está alineado con el mensaje: microgestos, picores, fijaciones, voz quebrada y anclajes que provocan nerviosismo y desatan los efectos del repentino miedo escénico.

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Cuando en 2011 me encontraba impartiendo un Curso de Oratoria para mujeres universitarias en Khartoum (Sudán), me detuve a tomar un té en una oficina donde pendía de un cartel, que ocupaba toda la pared, "Todos nuestros trabajadores son honestos". Y es que en las relaciones personales, laborales o sociales que se precien es prioridad la credibilidad.

La Oratoria es arte y técnica, conocimiento y experiencia, y tiene como cualquier acto escénico un completo entrenamiento en materias que fortalecen el acto de la Comunicación. El adecuado uso y formación en la Oratoria no reside en los bucles superficiales y poblados de errores que circulan en Internet sino en la experiencia.

Sin ir más lejos el discurso politico podría ser un espacio de interés, de consulta, de archivo pero, por desgracia, nolo es. Las exposiciones en los parlamentos se diluyen como pompas de jabón. 

Y si a ello le sumamos intervenciones subrayadas por la hostilidad, entonces, en esos casos, solo cabe esperar la desconfianza generalizada y las encedidas tertulias a la mañana siguiente en los cafés.

discurso_alcalde_gandia.pngImagen del ex-alcalde de Gandia, Arturo Torró, un un acto de Oratoria al que le sobran las palabras

El arte de hablar y leer en público es mucho más que la mera fonación de palabras escritas sobre un papel. Es buen momento para legitimar y colocar la Oratoria donde grandes políticos, escritores, artistas, oradores... la situaron en otros tiempos.

Como también es hora de que la sentencia de Goethe se desvanezca en favor de la buena práctica de las exposiciones en público. Y es que el poeta alemán, refiriéndose al arte escénico escribió: Ojalá un escenario fuera tan estrecho como el alambre de un fonambulista para que así ningún torpe osara pisarlo.

Si al acto de hablar en público le aportamos las herramientas que requiere, incrementaremos la calidad de nuestra comunicación y con ello una mejor interacción en nuestras relaciones.

                         Coral Pastor,  Octubre 2018          www.coralpastor.es

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